Muchos de los que nos enfrentamos al Camino de Santiago por primera vez nos preguntamos si esta experiencia está a la altura de nuestras expectativas, cuando la pregunta correcta debería ser si nosotros estamos listos para lo que el Camino supone, tanto física como mentalmente. El peregrinaje a Santiago de Compostela puede convertirse en una experiencia inolvidable que podremos repetir muchas más veces, pero es importante no idealizar una vivencia que requiere de un esfuerzo físico, empático y mental.
¿Debo estar preparado físicamente? Aunque sí que es cierto que todos caminamos en nuestro día a día, debemos entender que cada etapa del Camino supone un mínimo de 15 kilómetros en casi la totalidad de sus variantes. Y a pesar de que una de las ventajas que ofrecemos desde Galiwonders es la customización del itinerario para que se adapte a tus necesidades, la realidad es que hasta en las opciones Easy las etapas comprenden una distancia de al menos 9 kilómetros entre paradas. Es un esfuerzo que requiere de paciencia y estímulo mental para lograr llegar hasta el final.
Si no eres una persona particularmente activa, te recomendamos que comiences a prepararte de forma progresiva. Busca una zona tranquila en tu ciudad, como un parque que tenga diferentes recorridos y desniveles. Trabaja tu resistencia y respiración a medida que coges práctica, conviértelo en una rutina con una antelación de mínimo un mes al comienzo del Camino. Tu cuerpo se habituará al ritmo y te permitirá adaptarte mejor a las exigencias de cada ruta.
Dicho esto, al Camino llega gente de todas las edades y en distinta forma física que siempre cumplen su objetivo, por lo que esta pregunta no está hecha para desalentarnos, sino asegurarnos de que comprendemos que el peregrinaje es desafío y refugio en partes iguales.
¿Y mentalmente? Debemos ser conscientes al emprender el Camino, tanto solo como acompañado, que la única persona que puede llegar al final eres tú. Tu motivación, ya sea religiosa, personal, física, es esencial pero también lo es tu actitud frente a los diferentes obstáculos y triunfos en el Camino. Los pies dolerán y la mochila se hará pesada, pero el Camino sucede tanto dentro de ti como fuera en tu entorno. Aprovecha la libertad que te da el viajar con todas tus posesiones a la espalda para sintonizar con tu mente y cuerpo.
Intenta no sentirte derrotado cuando veas que está siendo más difícil de lo que imaginaste. Existen recursos que pueden ayudarte, y probablemente el más importante sea la comunidad peregrina. Comparte tus preocupaciones y alegrías con tus compañeros del Camino, ellos también están viviendo tus mismas dudas y pueden ayudarte a despejar tu mente.
Conecta con el contexto, disfruta de la naturaleza y de la gente que te rodea. Y recuerda: debes seguir tu propio camino. No te fuerces a seguir un ritmo que no te aporte nada por ponerte a la altura de otros peregrinos. Tan importante como la preparación física es el descanso. Relajarse, fortalecerse con una buena comida y dormir forman parte de tu rutina diaria tanto como caminar.
¿Tengo la empatía necesaria? El Camino es un viaje que despierta emociones: tolerancia, frustración, vulnerabilidad, compasión. En ti, y en los demás. Es fácil dejar que un solo percance nos arruine una jornada pero no debes dejarte arrastrar por lo negativo. Haz del optimismo una filosofía de vida. Sé amable contigo mismo y con las personas que te rodean y ellas lo serán contigo. La red entramada de albergues, restaurantes, lugareños y extranjeros que conforman las diferentes rutas jacobeas son partícipes del Camino de la misma manera que tú. Sé colaborativo y respetuoso con la naturaleza y los integrantes de tu peregrinación y te asegurarás de recibir la misma ayuda a cambio.
¿Tengo la capacidad de adaptarme a mi entorno? El Camino puede suponer un reto en muchos sentidos: el clima, la cultura, la barrera lingüística, el no conocer de antemano la ruta. Son muchas interrogantes a las que no tenemos respuesta hasta que nos enfrentamos a ello.
Galicia es la comunidad conocida como la reina de la lluvia, y nos puede sorprender en cualquier momento incluso en las estaciones más cálidas. Por eso te recomendamos que te prepares para cualquier tipo de evento climático y lleves en tu mochila un poncho ligero que te permitirá cubrirte a ti y a tu mochila (¡a nadie le gusta el olor de la ropa mojada!). Del mismo modo, para asegurarnos de que el sol no sea una molestia, lleva siempre algún tipo de sombrero que te proteja, y mucha protección solar. Si recorres el Camino en verano, deberemos evitar camisetas que dejen los hombros al descubierto para evitar rozaduras con las asas de las mochilas. ¡Tu cuerpo te lo agradecerá!
No te vengas abajo si algún lugareño no habla tu idioma, practica la empatía e intenta integrarte en la cultura local, es parte de la experiencia y es lo que al fin y al cabo hace del Camino una experiencia sin barreras. Además, hoy en día existen muchas herramientas que nos facilitan una comunicación fluida con lo desconocido y es una buena manera de conocer mundo.
Si por otro lado, ya eres un peregrino veterano y has aprendido lecciones vitales en el Camino, ¡deja un comentario a los principiantes sobre qué cosas te hubiera gustado saber sobre el Camino y ahora ya lo sabes!