Al hablar de la peregrinación a la capital compostelana no nos podemos olvidar del camino de Finisterre. Este paseo, que está muy de moda en la actualidad, a su vez, está cargado de historia y se remonta al siglo XII, época en la que ya se hablaba de él y se visitaba. Su principal característica es que, a diferencia de las demás rutas jacobeas, ésta no tiene como destino final Santiago, sino que es precisamente su origen.
De ruta hasta Santiago sin olvidar el camino a Finisterre
Cada año, numerosos peregrinos llegados de todas las partes del mundo inician una larga ruta con destino a Santiago de Compostela. Son días de meditación, de encontrarse con uno mismo, mientras se camina -sin prisa, pero sin pausa- con la ilusión de llegar al destino dentro del plazo marcado. ¿La recompensa? Descubrir el sepulcro del Apóstol Santiago en la catedral, siempre teniendo al famoso botafumeiro como testigo.
Después de una dura caminata y de rendir los correspondientes honores, muchas personas no se resisten a seguir andando un poco más hasta poner sus pies en Finisterre, lugar donde, según la tradición, se pensaba que la tierra acababa, y donde la magia y los ritos cobran sentido. Al parecer, en este punto se establece una perfecta combinación entre lo divino y lo pagano.
De Santiago a Finisterre, un recorrido cargado de leyendas
También conocido como Prolongación Jacobea y Epílogo al Camino de Santiago, este trayecto a Finisterre está cargado de leyendas. Este cabo disfruta de una gran fascinación desde cientos y cientos de años atrás por ser considerado durante mucho tiempo el extremo europeo más occidental (aunque la realidad sea diferente), el sitio donde muere el sol entre las oscuras aguas azules del mar.
Es más, se habla de que esta continuación del paseo hasta Finisterre era porque los caminantes querían realizar el viejo rito de quemar sus viejas ropas de peregrino al sol como símbolo de purificación y renacimiento personal. Muxía es otro destino de peregrinos y envuelve una serie de leyendas sobre apariciones marianas, además de las propiedades mágicas que se comenta que tienen sus piedras.
El camino a Finisterre comprende el siguiente itinerario: se parte de Santiago de Compostela, siendo las principales paradas Negreira, Olveiroa, Cee y finalmente Finisterre. Para los que deseen continuar, simplemente tendrán que añadir dos etapas más: de Finisterre a Lires, y finalmente Muxía.
Se trata de una ruta bien señalizada, en la que resulta sencillo saber qué dirección seguir. En los alrededores de la catedral se puede ver alguna que otra flecha, y más adelante (al igual que en el resto de las rutas jacobeas), los famosos mojones irán indicando el camino (monolitos de piedra con el dibujo de la concha, que van marcando la distancia). A partir del mojón de la Carballeira de San Lorenzo, las indicaciones hasta Finisterre y Muxía serán continuas.
Para que quede constancia de la ruta realizada, cada persona tiene la que se denomina la ‘credencial del peregrino’, en la que se van poniendo sellos en parroquias, ayuntamientos y pueblos. Todo queda perfectamente acreditado. Una vez en Finisterre, será posible solicitar la “Finisterrana”, y en Muxía la “Muxiana” (homólogas de la Compostela).
El Camino de Finisterre cuenta con múltiples alojamientos para que los peregrinos puedan descansar después de sus largas caminatas, asearse, comer y preparar la etapa del día siguiente. El tiempo libre en estos establecimientos sirve para conocer y charlar con otros caminantes, sobre todo, si se decide hacer todo el trayecto en solitario -algo muy habitual-.
Se trata de una ruta bien acondicionada en lo que a establecimientos se refiere, en la que no resulta complicado encontrar un lugar agradable en el que dormir. Sin duda la guinda del pastel de la que dicen que es una de las experiencias que todo el mundo deberíamos vivir en algún momento de nuestra vida.